En el Renacimiento se establece un nuevo compromiso ético, el libre desarrollo de la ciencia y la tecnología para el bienestar de la humanidad. Sin embargo, esta libertad sin limitaciones tiene y ha tenido consecuencias no deseadas para la humanidad. La tecnología moderna ha introducido acciones tan novedosas que el marco de la ética anterior ya no puede contenerlas.

 

Es por esto que hoy más que nunca necesitamos plantearnos los límites de este “progreso” que a veces nos conduce a la deriva, y reflexionar con el imperativo categórico que plantea Hans Jonas de que nuestras acciones sean compatibles con la permanencia de una vida auténticamente humana en la tierra. Y aquí está  la clave auténticamente humana. Esta es la misma idea que se infiere en la definición de desarrollo sostenible del Informe Brundtland, somos responsables de nuestras acciones para con otros y de cara al futuro.

No todo vale por el progreso científico y tecnológico. Cambiamos de dispositivo móvil con demasiada frecuencia, y sin embargo no nos preocupamos de que en la era del desarrollo tecnológico y los grandes avances científicos haya personas que sigan muriendo de hambre, ¡tremenda contradicción!

Y en este contexto, la gran esperanza que tenemos de lograr un futuro más sostenible y más humano, no está en la apuesta por las energías renovables, ni siquiera en la responsabilidad de las empresas, ni en el progreso tecnológico, está en la educación.

Porque la educación no cambia el mundo, pero sí cambia a las personas que van a cambiar el mundo. Paulo Freire

Es en estas personas en las que tenemos que concentrar  nuestro esfuerzo de concienciación y formación. Es preocupante que en nuestros sistemas educativos no exista la inclusión o la referencia, aunque sea a grandes rasgos, de temas concernientes con el desarrollo sostenible, con la conciencia medioambiental, los derechos humanos, o el consumo responsable. Hace unos días en una actividad de voluntariado que realizo con niños y jóvenes les preguntaba  si ellos creen que las personas en general cuidamos el planeta. Todos respondieron que sí, pero después de pensarlo y con cara de sorpresa por lo extraño de la pregunta. Parece ser que este tema no figura en la agenda de inquietudes de la mayoría de familias españolas.

Las jornadas y eventos especializados en RSC están llenos, pero siempre son o somos los mismos. Nos repetimos en lo que decimos, y todos parecemos estar de acuerdo, al menos en lo fundamental. Sin embargo, parece que existe un universo paralelo que no percibe lo mismo que nosotros o al menos no comparte la necesidad de cambio urgente que nosotros defendemos. Y ese universo paralelo resulta ser la gran mayoría.

Podemos seguir reuniéndonos, pero hay que promover acciones encaminadas a la educación y a la concienciación de todos, y principalmente de los ciudadanos protagonistas del futuro, los niños y jóvenes. Hay que educar para transformar o el cambio que buscamos y necesitamos, no será posible. Estamos muy preocupados en los temas de educación TIC, las nuevas generaciones tienen que estar preparados para la cuarta revolución industrial-tecnológica de la que tanto hablamos. Esto está muy bien, pero si no priorizamos lo verdaderamente importante, este desarrollo científico y tecnológico puede producir, y como bien  sabemos, produce daños colaterales. Tenemos la misión de formar personas responsables, conscientes, empoderadas, que sepan que hoy más que nunca cada una de sus acciones y decisiones cuentan de cara al futuro.

Si queremos que de verdad la sociedad cambie tenemos que comenzar por educar a los niños y jóvenes. Nos quejamos de que en la Universidad también hay  carencia de formación en áreas de Sostenibilidad y de RSC. En las Escuelas de Negocios llevamos muy poco tiempo incluyendo esta formación para los profesionales y ejecutivos. Y el problema reside  en la demanda. Las empresas e instituciones que siguen sin tomarse en serio la RSC lo hacen porque no hay demanda, es una sencilla ley económica. Las Organizaciones pueden seguir publicando ofertas de empleo basura, porque siempre algún candidato acepta esas condiciones. Las  empresas pueden  producir de una manera irresponsable perjudicando el medio ambiente o violando los derechos humanos, porque realmente los límites todavía son sólo éticos, y la ética aún le viene grande a algunas Compañías… Y es que los ciudadanos no exigimos a las empresas ni a las Instituciones este tipo de comportamientos, en gran parte por desconocimiento.

Son las nuevas generaciones, los ciudadanos que vienen, los que tienen que estar a la altura de las circunstancias para exigir y para demandar. Pero sobre todo para cambiar de actitud.

Queda mucho por hacer, o tal vez por dejar de hacer. Todo el progreso tecnológico no iguala el valor de una vida humana, y ahí está la reflexión que nos tiene que guiar hacia el futuro.

 

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