El ser humano no soporta una sucesión larga de días felices. Goethe
Vale que Goethe, no era precisamente la alegría de la huerta, y puede resultar sospechoso en cuanto a su carácter melancólico, pero me quedo con su afirmación como punto de partida. Si viviera hoy se sorprendería de los empachos de felicidad que tienen algunos.
No es que yo tenga algo en contra de que seamos felices, más bien todo lo contrario, pero para eso conviene en primer lugar aclarar el término y tener claro que podemos ser felices sin morir en el intento.
Tanto mensaje empalagoso en todas partes me hace pensar que la felicidad que tanto ansiamos está sobre valorada, o malentendida. Empezamos a ser esclavos de una «felicidad social«.
Según la Real Academia española de la lengua, la felicidad es simplemente, un Estado de grata satisfacción espiritual y física. Algo sencillo que podemos sentir con experiencias cotidianas y sencillas.
Sin embargo, la sociedad en general nos dice otra cosa. El marketing, la publicidad, el consumo nos bombardean con mensajes que hablan de productos, lugares, experiencias,… que existen para que podamos ser más felices. Lo que deseamos es una «felicidad hedonista», no verdadera.
La «felicidad» de hoy se alardea, sólo hay que ver cualquier muro de Facebook. En Facebook ¡todo el mundo es feliz!, todo les gusta, todos sonríen y normalmente están de vacaciones. No se si somos felices, pero estamos obligados a parecer que lo somos.
En Linkedin nos bombardean con mensajes motivadores cada mañana, de esos de: si quieres puedes, el mundo está a tus pies y sonríe bien y no mires a quién… ¡Estupendo! Mejor mensajes positivos está claro. Pero estamos llegando a un cierto fanatismo de la felicidad que puede producir un efecto rebote, además de una subida de azúcar.
Lo que estamos haciendo es edulcorar la realidad y meter debajo de la alfombra todo lo que no nos gusta o nos resulta incómodo. La gente quiere ser feliz y permanecer siempre en ese estado y esto es imposible. Esta búsqueda continua de la perfección o la felicidad nos produce ansiedad. Ir siempre con nuestro disfraz de felices nos acerca más a las máquinas que a las personas.
Lo más humano y lo que realmente nos hace felices es aprender a afrontar y enfrentar nuestras imperfecciones, nuestros miedos, nuestras emociones, y saber aceptarnos. Llegamos a deprimirnos porque no somos tan felices como parecen ser los demás. Este concepto de felicidad folclórica y malentendida nos esclaviza.
En las empresas también existe este moda de la felicidad. En nuestro trabajo todo tenemos que ser felices, y si no lo somos por lo menos parecerlo. Hay una cierta persecución hacia las personas no tan felices. A veces, son aquellas personas que no están muy de acuerdo con las políticas de la empresa y protestan mucho, o también pueden ser personas tristes y antipáticas simplemente. Y es que esa es la realidad no edulcorada. Cada uno de nosotros somos nosotros con nuestras circunstancias. Y eso supone ser humanos. Lo que hay que hacer es no buscar una felicidad vacía, si no aprender a gestionar nuestras emociones y comprender las emociones y situaciones de los demás. De esta forma saborearemos nuestros momentos felices de la mejor manera.
Todos queremos hijos felices, pero lo mejor para que lleguen a serlo es que aprendan a superar sus frustraciones y sepan enfrentarse a la vida, que experimente las distintas emociones e incluso, pasen momentos de tristeza… la vida es un camino de calles alegres y tristes.
Más que esa felicidad aparente y esa realidad edulcorada deberíamos poder comprendernos y ayudarnos unos a otros saber interpretar nuestras emociones. Ser feliz también supone un esfuerzo de la voluntad y de la razón, y en eso podemos hacer mucho. No hay un determinismo que nos haga ser felices o no. Es un estado al que podemos llegar solitos, sin culpar ni agradecer a nadie.
La verdadera felicidad tiene que ver con esa felicidad aristótelica,con la eudaimonía, que consiste en aprender a vivir y entender la vida sabiendo tomar las decisiones adecuadas. No tiene que ver con que nos suceda cuanto queremos, como diría Heráclito, eso no es lo mejor. La felicidad consiste en ser autárquicos, en no depender de esos bienes y esas cosas que nos tienen que suceder.
La felicidad no depende de lo que pasa a nuestro alrededor, sino de lo que pasa dentro de nosotros. Teresa de Calculta
El conocimiento del mundo que nos rodea y el conocimiento de nosotros mismos es fundamental. Si comprendemos y aceptamos el mundo como es y sabemos gestionar nuestras propias emociones, llegaremos a saborear los momentos felices.
La felicidad sí tiene que ver con la prudencia en la forma de entender la vida y como dice Baltasar Gracián, es algo así como la virtud de encontrar lo bueno de las cosas, eso es ser afortunado y ser feliz.
La felicidad es un estado de nuestra mente, y no seremos felices hasta que no tomemos la decisión de serlo.
Comparto este vídeo porque creo que ilustra un poco la idea de la tiranía de felicidad (aparente) …Nos puede resultar familiar…
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