Siempre he pensado que la complicidad es algo positivo y necesario, entre amigos, compañeros, en un grupo, existe complicidad porque se comparten criterios, ideas e incluso, objetivo. Lo malo es cuando el término hace referencia a ser cómplice de un delito, o lo que es casi lo mismo, ser cómplice de ejecutar las directrices de tu jefe y las políticas erróneas de tu empresa, entonces, además de ser cómplice, eres un hipócrita. Hipócrita porque estás traicionando tus principios y renunciando a lo que de verdad piensas a cambio de un sueldo, o un puesto(lo que sea..). No digo que sea fácil tomar una decisión así, sobre todo por lo que todos estamos pensando en este momento, las responsabilidades económico-familiares. Aún así creo que hay decisiones que se tienen que tomar “a pesar de todo” y principalmente, cuando lo que está en juego son principios y valores objetivos. Hablamos de una cuestión ética.

Y es que situaciones como ésta se suceden cada día en nuestras empresas. La cultura empresarial de algunas Organizaciones tiene una enfermedad genética y congénita, esto quiere decir que tiene que ver con sus orígenes y con sus fundadores, lo cual hace muy difícil cambiar las cosas. En estos casos los directivos suelen entender que su tarea consiste en dar órdenes sin tener en cuenta las consecuencias y menos aún a las personas.

Dejarnos llevar por las “órdenes equivocadas” aunque estemos presionados nos hace tan “culpables” como a los autores de las políticas de empresa. Qué unos tomen decisiones erróneas está mal pero no resulta tan grave, si se queda sólo, si nadie le sigue o le hace caso. Se hubieran evitado muchos desastres si esto hubiera sucedido así. Pensemos en guerras, conflictos armados y en muchos de los grandes escándalos empresariales de este siglo.

El liderazgo autocrático se sigue ejerciendo, y desafortunadamente suele ir asociado con criterios alejados del buen gobierno corporativo. El problema reside en que los que son presionados para llevar a cabo esas políticas empresariales equivocadas, acaban sucumbiendo a las presiones y al pensamiento débil, “si yo no lo hago, otro lo hará”.

Si estos «directores de orquesta» no tuvieran músicos que hicieran sonar su melodía, el director tendría, o bien que buscar otros músicos más dóciles, o cambiar su forma de dirigir la orquesta. Y de esto se trata, de aprender a decir que no para que cambie la música que suena en nuestras Organizaciones.

 

Las minorías valientes que toman decisiones valientes y acertadas son las que de verdad ejercen influencia y conciencian a los demás de que no se pueden fomentar situaciones de corrupción ,por más mínima que sea, en ninguna Organización.

 

Intentar cambiar a los líderes de la Organización también es una opción válida y recomendable, pero si tus jefes no cambian es mejor aprender a decir “No cuentes conmigo”, puede ser lo mejor que podemos hacer en muchas ocasiones de nuestra vida, personal y profesional.

Seamos cómplices de aquéllos que aportan para hacer del mundo un lugar mejor , y no de los que buscan tener el mejor lugar en el mundo.

CC BY-NC-SA 4.0 No cuentes conmigo por Cuestión de Ideas está licenciado bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

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