La nueva era de la Industria 4.0, tiene que ver con una revolución tecnológica que está cambiado de forma muy rápida la manera de hacer de las empresas y esto provoca un gran impacto en el entorno. Un impacto que repercute en los servicios que se ofrecen, en el empleo, en la cadena de suministro de las empresas,..
Todo cambio de paradigma provoca incertidumbre que se puede afrontar con gran variedad de actitudes desde el entusiasmo y la curiosidad, hasta la parálisis y el pesimismo por el miedo.
La actitud más acertada es la de la prudencia, entendida en sentido aristotélico, la prudencia como virtud que evalúa la forma más adecuada de actuar y de posicionarse respecto a esta nueva situación, analizando la realidad y haciéndose preguntas. Y es que como siempre en la vida, hay quién sabe convertir las dificultades en oportunidades. La incertidumbre genera dudas, pero las dudas se combaten con preguntas, y las preguntas con respuestas, respuestas que a veces no se encuentran, pero al menos se buscan.
No nos extraña ver el apellido 4.0 detrás de palabras como Industria, Talento, Revolución, Empresa, sin embargo, el “cuatro punto cerismo” no va a la misma velocidad en todos los sectores y mucho menos en la sociedad en su conjunto.
Uno de los riesgos más grandes de esta revolución económica, industrial y tecnológica es precisamente que avanza a un ritmo tan frenético que la Sociedad no está preparada para asumir estos cambios, no ha tenido tiempo de adaptarse. Esto deriva en una importante brecha y ruptura socio-cultural ocasionada por la falta de conocimiento y de acceso a la información de gran parte de la sociedad global.
Una de las tareas más importantes de las Instituciones y Organizaciones es ayudar a democratizar el nuevo entorno 4.0, para que sea una oportunidad al alcance de todos.
Es importante que todos caminemos al mismo ritmo. Hoy sigue existiendo una importante brecha digital en países en vías de desarrollo, que se quedan atrás en un nuevo entorno global que necesita “financiación ” y mucho apoyo de la comunidad internacional para poder estar a la altura de esta nueva situación.
Cabría preguntarnos el porqué de la 4ª Revolución Industrial en la que ya estamos inmersos ¿Cuál es su propósito? Son muchas las revoluciones que se han producido a lo largo de la historia, revoluciones industriales, económicas, sociales. Estas “revoluciones” también han provocado movimientos paralelos que han tenido que alzar la voz para poner al hombre en el centro.
Tal vez pensemos que la Edad Media fue una época muy oscura en cuanto a derechos humanos, condiciones y oportunidades, y es por eso que surgió el Renacimiento cuyo impulsor fue el movimiento humanista.
El momento histórico que vivimos también tiene luces y sombras. La oscuridad tiene que ver con un mundo global marcado por las diferencias, desigualdades e injusticias. Nuestro momento presente, también necesita de una revolución humanista profunda que vuelva a poner al hombre y la mujer en el centro del desarrollo y que anteponga su dignidad y derechos a cualquier tipo de progreso económico, industrial o tecnológico. Este progreso malentendido que asocia bienestar a consumo y progreso a tecnología, no es humanista.
El humanismo renacentista se detuvo para poder mirar atrás y aprender del pensamiento y las reflexiones de los ”clásicos”. A veces hay que dar un paso atrás, o al menos no seguir caminando sin saber hacia dónde nos dirigimos, esto también nos hace ser más humanos.
La única y verdadera amenaza de la humanidad no proviene de los robots ni de la tecnología, sino de la pérdida de sentido de “responsabilidad” personal, de la relativización de las consecuencias que tienen las acciones individuales, y sociales, de empresas e Instituciones.
La era de los robots que se nos viene, es el momento propicio para un nuevo humanismo, una “humanidad recuperada” que nos permita ocuparnos de aquello que nos convierte en humanos. No hay que tener miedo, la única amenaza consiste en detenerse, en no seguir formándose, aprendiendo, cambiando, viviendo en estado líquido permanente.
Es el momento de los saberes inútiles, de las artes, de la sabiduría científica, de la curiosidad filosófica, de la belleza, la artesanía, de poner en valor las emociones, los valores, … todo aquello que no es artificial y es imposible de conquistar para este tipo de “inteligencia” que no entiende de lo humano, aunque sepan imitarnos a la perfección.
Hay que potenciar todo aquello que nos distingue y nos diferencia, lo que nos hace únicos e insustituibles. Los robots pueden ayudarnos a centrarnos en tareas más propias de los humanos, tareas creativas, no repetitivas o rutinarias, trabajos que exijan un componente de inteligencia natural, no artificial, inteligencia que tiene en cuenta los criterios emocionales que forman parte de lo que somos. Y que tienen en cuenta nuevas formas de ser y de hacer.
Toda revolución provoca crisis, y para superarlas, necesitamos que valores como la colaboración y la solidaridad , la justicia, y la inclusión primen en una sociedad cada vez más interdependiente e interconectada. Tenemos a nuestro alcance una gran herramienta, el Programa común de la humanidad, la agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, un compromiso de todos y cada uno.
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